Pasado los años, la historia, lo que queda, de lo que se podría llamar pueblo, que son la mayoría de los pobres, hijos de campesinos, híbridos del mestizaje, ya que la élite oligárquica siempre ha tenido su puesto preponderante y excluyente; son descendientes, con el mismo temor, con el mismo horror, con el mismo miedo, con el mismo miedo de que no se puede cambiar, porque se ha controlado hasta la conciencia de las gentes, se ve la injusticia, pero no se tienen herramientas para combatirla; porque que las maquinarias que lo planificaron, siempre apuntalaron a mantener el poder sobre los que ellos consideran el tercer mundo, el subdesarrollo. Las leyes, las normas han sido diseñadas para resguardar sus intereses, el capitalismo creó más pobres e ignorantes, alienados y las comunicaciones inyectan cada día la transculturización; la falta de principios morales, valores humanos, las drogas, el terrorismo y el dinero, son los elementos esenciales que tienen los imperios para mantener bajo el dominio a los pueblos de América Latina.
Tiene que nacer un hombre nuevo, donde los genes de la barbarie, deshonestidad, corrupción, desprecio por el ser humano, se hayan disipado; y se enrumbe la humanidad a preservarse, a conservarse, como personas con alma y espíritu, donde ese amor a la humanidad, sea el amor a uno mismo; a la naturaleza y sobre todo a ese reconocimiento que Dios nos creó, que vivimos tan poquito tiempo que no tenemos ese tiempo para construir y ver lo construido. Para eso se está trabajando, para eso se está construyendo ahora, para eso se está transformando y creando conciencia, el cambio de paradigma tiene que nacer fuerte y robusto, firme y decido; para que no sigan manejando esta América en base al terror y al hambre.
Carmen Carreño
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